No cuento con banner e_e' pero...
espero se deleiten con una imagen de Tom xD
BxT
Pareja Principal: Bill-Tom, Tom-Andreas. (sólo una insinuación)
Género: Slash
Advertencias: Violencia verbal, Violencia física, Muerte de un Personaje, Tragedia, Drama, SongFic.
Finalizado: Sí
No. Capítulos: Capítulo Único.
Resumen:
"Es sólo una historia más:
Creía que cambiaría con el tiempo, por desgracia se convenció de que no cuando era demasiado tarde. No había marcha atrás... ya no volvería.
Pero él le perdonaba, le esperaría y lo querría incluso más allá de la muerte.
¿Cuál fue su único pecado? El amarlo..."
Capítulo Único
No sabía cómo había iniciado todo esto, solo recordaba
las veces en que le había hecho lo mismo; lamentablemente ésta vez se había
pasado.
No había marcha atrás.
Siempre recordaba el cómo se conocieron, recordaba
aquellos trabajos que tuvieron que hacer juntos en el colegio, como utilizaban
pretextos para poder pasar tiempo y hasta el último la gran confesión que tanto
ansiaban desde 3 años antes.
—Yo
eh… Tom, necesito decirte algo —Se mordió el labio inferior, nervioso—, tú,
bueno… te amo Tommy. —Terminó con las mejillas totalmente enrojecidas.
Abrió
los ojos sorprendido y eternamente feliz. Él también lo amaba. Se acercó
lentamente, con seguridad y posó sus labios junto a los de Bill. Saboreando un
nuevo sabor: el del amor.
Recordó también el día en que decidieron casarse, su
gran noche de bodas, un sueño. Su primera vez, su luna de miel… la gran promesa
hecha.
—Te
amo Bill… Te amo como no tienes una miserable idea —Cerró los ojos, sintiendo
la presencia del otro, sintiendo absoluta felicidad acumulada en su pecho hasta
querer hacerlo llorar—. Te amo…
—Yo
también Tommy, te amo tanto que no lo puedo expresar. Jamás… —Tomó sus manos
entre las suyas—, escúchame, Jamás podría cambiarte, eres lo más importante
para mí.
Siempre lo serás. Te amo mi amor…
Sonrió con nostalgia, negando lentamente con la cabeza.
Si lo amaba… Entonces ¿Qué había pasado? ¿Cuándo había
empezado aquello? No lo sabía, solo sabía que le dolía mucho… mucho.
Él se había cansado de la monotonía. De despertarse por
las mañanas con una enorme sonrisa de él, de él entre sus brazos, del desayuno
que con esmero preparaba, de las películas que con felicidad veían, de las
noches de pasión que pasaban el uno con el otro.
Se había cansado de él y de su
amor.
Uno de sus peores errores fue creerle al principio que
su trabajo era tal que tenía que llegar a altas horas de la madrugada para
dormir, y un beso de despedida de nuevo por la mañana.
¿Podría merecer más? Quizá, pero su amor era tal que con
eso se conformaba por estar bien con Bill. Por no molestarle.
Él se cansó. Ponía el trabajo como excusa para poder
salir con demás chicos y chicas, a follar libremente a cualquiera que se le
ofreciera. Tomar y fumar con los amigos y poder satisfacer los placeres que su
“Tom” ya no le podía dar.
—¿Qué pasa con él, Bill? ¿No estabas casado? —preguntó
Georg, mientras veía cómo Bill se devoraba a la pelirroja que tenía en sus
piernas.
—Sí, pero yo me puedo divertir como se me pegue la gana,
ni siquiera lo nota… es un imbécil que se cree todo de mí —Volvió a reír.
¿Qué era lo que debía pensar cuando él llegaba tan tarde
en las noches, si venía oliendo a perfumes diferentes a los que él o su Bill
usaba, labiales chillones impregnados en sus finas camisas, su ropa oliendo a
sexo y si ya no le miraba? No era tonto, tampoco esperaba en decir que su
trabajo era tanto que le explotaban libremente sin tomar en cuenta sus derechos
humanitarios, tampoco trabajaba con un proveedor de perfumes o labiales para
mujeres y aquel olor claramente no era suyo.
No quería creerlo, no hasta verlo con sus propios ojos.
Había
salido con su madre, debía quedarse un fin de semana con ella para poder
ayudarla, en lo que necesitara.
—No
te preocupes cariño, perdón por hacerte venir en vano —Le decía una vez lo vio
cruzar la puerta—. Pero tengo que salir del país. ¿Por qué no mejor regresas
con Bill? Estarás mejor, y nos vemos el fin de semana que viene… anda, por
favor.
Sus
planes fueron cancelados, quería pasar el fin de semana con su novio, esposo,
amante… su amor. Intentar recuperar su relación que con esmero procreó, decirle
y hacerle saber que lo amaba. Convencerlo con esa sonrisa que en ese instante
llevaba en el rostro de que hicieran el amor, sólo como su Bill sabía hacerlo…
sólo como Bill.
Y con ese pensamiento llevó una enorme sonrisa a casa, antes de entrar en ella.
Sintió
que le perforaban el corazón, mientras veía a “SU BILL” follar sádicamente a
aquel castaño espantoso, en su cama, en su habitación, en su “nidito de amor”.
Él pensaba que era el único, él todavía quería seguir
creyendo que sería el único que podría tener a Bill entre sus brazos por el
resto de su vida, el único que podía reclamarlo como suyo y decir que solo era
de él, al igual que él de Bill.
Qué estúpido había sido, pero más estúpido fue al
aceptar esa, y más infidelidades que a partir de ahí se hicieron algo
cotidiano.
—¿Quién te crees Bill? ¿Crees que yo no cuento aquí? Ya
me harté de verte en ese maldito estado casi todos los días, y hacer creer que
soy una maldita porquería invisible, pasándome por alto todos tus flirteos de
noche y querer que no haga ni diga nada… ¡ERES UN IMBÉCIL! —Terminó de
explotar.
Ya estaba cansado, hastiado. No fue sólo esa vez, que
con una ramo de rosas y una noche de completo amor en la cama le había
convencido de que era el único… ya se había hartado de esa situación que se
venía repitiendo los últimos meses.
Le dolía demasiado saber su matrimonio ido al caño
mismo. Más saber que eso no le importaba en lo más mínimo a su marido que cada
noche venía con un olor diferente, ya sea perfume caro o barato, de hombre o
mujer… cigarro o alcohol. Borracho casi todos los días y más violento de lo que
se hubiese imaginado.
Confesaba tenerle miedo incluso, pero aquella vez fue
tal su enojo que su valor subió hasta el tope y decidió encararlo apenas llegó
de una “reunión de trabajo”.
Era sólo que su valor se vino abajo en el momento en que
su adorado pelinegro se dio la vuelta, mirándole con aquella mirada que jamás
había visto, con tanto enojo que nunca creyó posible y sus ojos desorbitándose
por la rabia… tuvo miedo.
Con calma suficientemente necesaria para hacerlo
retroceder, dijo—: A mí no me vendrás a decir qué es lo que tengo que hacer…
maldita puta —Y con un certero golpe en el pómulo derecho terminó por mandarlo
al suelo, con una patada en las costillas.
No sintió un dolor como el que imaginó desde un
principio, con costillas rotas o un ojo perdido… pero sí el suficiente como
para que le oprimieran el pecho a tal grado de hacerlo llorar al instante, un
dolor de amor que le dio una decepción repentina y grande, pues nunca lo creyó
posible de eso.
Le había pegado, le había empujado y ahora su verdadero
amor era el único responsable de que el día de mañana no pudiese moverse. Pero
como siempre… un «Te amo, soy un completo
idiota y merezco morir por haberte hecho daño, mi amor» hicieron lo suyo
para hacerle ver que no era consciente de lo que hacía. Aún así él también
fuese consciente de que él también podría volver a hacerlo.
Le haría caso… ya no le reclamaría.
Se sentía mal, se sentía culpable. ¿Cómo fue posible de
recriminarle acerca de sus amantes? ¿O de borracho? ¡¿DECIRLE IMBÉCIL?! El
imbécil era él.
—¿Cómo eres posible que pienses algo como eso? Él es el
imbécil por hacerte lo que te hizo Tom —decía Andreas, su mejor amigo desde la
infancia—. ¡Tan sólo mírate el ojo! Lo tienes horrible y ¿Qué? ¿Lo perdonaste?
Seguro te dijo que era un idiota y que no se merecía tu perdón…
Bufó al no obtener respuesta… estaba en lo correcto.
—Eres un estúpido con E mayúscula.
—¡No lo conoces! Así que no lo juzgues…
—Como digas…
Pero había tenido razón… las cosas se descontrolaron
mucho. Casi cada noche su cuerpo debía resistir los golpes que tanto puños,
como cinturones, correas y patadas le otorgaban las fuerzas (para él) sobre
humanas que poseía Bill.
El pegarle, el humillarlo y el engañarlo ya eran cosas
que se habían hecho costumbre del día a día. Sus llantos le hacían quedarse
dormido hasta la madrugada, maldiciendo su suerte y convenciéndose a sí mismo
que algún día su amor que le profesaba podría cambiar… y esa pesadilla
desaparecería.
Pero la verdad es que las cosas habían empeorado día a
día… los golpes aumentaron y las disculpas disminuyeron… quería cambiar, por su
bien.
—¡Andy! ¡Andy, ayúdame por favor! —rogó—, ya no soporto
esto… ya no lo aguanto… ya cada vez estoy más débil y él parece querer
destruirme… ¡No aguanto! Solo quiero cambiar esto y poder salir delante de
nuevo… aunque me duela el no tenerlo a mi lado.
—¿Por qué esperaste tanto tiempo? —Recordó esa pregunta…
una pregunta que se volvió a hacer en ese mismo instante.
—Porque lo amo…
Esa era su respuesta, y por más estúpida que fuese… era
la correcta y verdadera.
—Y yo te amo a ti, Tom. Por eso me duele y por eso
quiero irme contigo…
—Andy yo… —Intentó hablar, pero unos labios que se le
antojaron dulces y esperanzadores se posaron en los suyos, tranquilizándole y
transmitiéndole la seguridad que tanto necesitaba.
Pero un gran susto se llevó y paró su corazón, después
de escuchar las llaves caer y algo duro impactar contra el suelo.
Bill ya había llegado y había visto el beso.
Con todas las fuerzas que aún le quedaban logró empujar
a Andreas, que se separó hasta casi caer del sillón donde se encontraban.
—B-Bill… —Apenas susurró con la voz entrecortada del
miedo que tenía. Seguro ese sería su fin.
Sus ojos mostraban furia, o algo peor que no sabía
clasificar. Parecía el mismo diablo.
—Así que te las das de zorra mientras yo no estoy… Vaya
esposito el que me eché a la bolsa —Escupía con saña.
—¡Deja de decirle mierdas! Si fuese yo… lo trataría con
amor… como se merece… Porque lo amo.
Esa frase fue la gota que derramó el vaso, pues la
suerte muy parecida a la que venía sufriendo el trenzado meses atrás, fue
resultado a la declaración de aquel rubio, quien se encontraba en el suelo,
comenzando a sangrar del labio.
—Eres un cobarde… —Apenas musitó el rubio—.
Una mano se posó en su antebrazo, aprisionándolo con una
fuerza grande, que seguro le dejaría algún moretón horas después.
Bill le tomó del cabello y lo jaló hasta su habitación,
donde lo encerró con él dentro.
—Te diré una cosa, Tom… —Comenzó a decir, mientras se
sacaba despacio su cinturón—. Yo te amo muchísimo y por eso, si no eres mío…
—Se acercó al cuerpo que temblaba en el suelo, donde fue a parar después de un
gran empujón, dándole un tierno beso en la frente—. No serás de nadie más.
El pelinegro, haciéndole caso a un impulso como en todo
ese tiempo venía haciendo, se dejó llevar por los celos, el miedo, el enojo y
la ira… en golpes y palabras que poco a poco mataban a Tom, quien ya no tenía
fuerzas para poder luchar.
Escuchó a su amigo Andreas, llamando a través de la
puerta con gritos y llantos de desesperación; escuchó los gritos y las palabras
hirientes que Bill, su Bill le decía como cada vez que le pegaba; sentía un
escozor inmenso por todo su cuerpo y una humedad en varias partes de éste,
seguro por la sangre que poco a poco emanaba. Pero nada se comparaba con el
dolor que lo rompía por dentro, por saberse en esa situación y por no poder
hacer nada desde un principio. Por amar tanto a su esposo y perdonarle todas
las cosas que éste le hizo. Por no tener la fuerza suficiente como para decir
“Basta” a esa situación.
«Tom,
resiste… resiste por favor» Gritaba Andreas o eso creía. Las voces
se fueron haciendo más lejanas y los golpes y patadas comenzaban a doler mucho
menos. Tanto, que sus fuerzas cayeron haciéndole dejar de defenderse… era como
si… le hubiesen inyectado una buena cantidad de anestesia, para dejar de sentir
dolor, pues poco a poco éste se iba esfumando y esperaba… nunca volviese.
Con una mueca de alivio y todo se volvió negro.
Pudo ver todo lo que ocurrió. ¿Merecía ese fin? No,
claro que no… pero así le tocó, ser una historia más como otra cualquiera.
Pero a pesar de todo, no tiene rencor hacia él. Porque
su amor es más grande.
Aquel hermoso chico de cabellos negros que desde la
infancia amó, lo único que hacía era pedirle perdón, decirle que lo amaba… y él
lo escuchaba.
«Perdóname mi amor, perdóname porque yo no puedo
hacerlo… »
Porque entre llantos y disculpas, siempre estaría él;
acariciando su negra cabellera y besándole la frente, haciéndole saber que a
pesar de todo… lo esperaría más allá de la muerte.
:S pobre... bueno.
Críticas y comentarios los espero ansiosa,
sean buenas conmigo :D
Gracias por leer~
Amo este fic...es simplemente bueno (aunque me dio tanta pena :c)
ResponderEliminarGRACIAS :3
Me alegro mucho que te guste, en verdad. Sí, pobrcillo.
Eliminar¡GRACIAS POR COMENTAR! Y perdón por la tardanza en contestarte... ¡Gracias!