viernes, 10 de mayo de 2013

El Espanta-pájaro


Espero les guste :) 
Aquí otro One :3


TxB

Pareja Principal: Bill-Tom
Género: Slash
Advertencias: Incesto No Relacionado, Muerte de un Personaje, Fantasía, AU, Palabras mal sonantes, Misterio, Drama, Horror.
Finalizado: Sí
No. de Capítulos: Cap. Único
Resumen: 

"La mansión de Vierdmoon podría ser su peor pesadilla. La única diferencia es que no todas las pesadillas terminan en un maravilloso sueño... Le había encontrado".


Capítulo Único


Llegaba al fin a su destino. Tenía un mal rostro y el carácter de un demonio, no quería estar ahí y le había dicho eso a su madre desde el mes pasado hasta perder la cuenta pasando el centenar.

¡Había hecho de todo! Incluso estuvo a punto de salir en bóxers gritando que su fantasía sexual había sido intimar con un mono asiático. Pero siquiera eso le había funcionado y al final tuvo que ceder al hecho de que su madre se lo llevara al fin del mundo, y todo porque su actual padrastro había comprado una casa en un pueblo que no estaba seguro de que la civilización aún conociera.

—¡Verás que te divertirás mucho Tom! —habló su madre, encantada de estar frente a la gran mansión que tenía frente de ella.

—Sí claro, cómo no… —susurró más para él, aunque ya sabía de sobra que debió adivinar su inusual comentario.

Entró a la casa, con desgane aparente. Muy a su fondo sabía que no tenía por qué ser así de desagradecido, pero no lo podía evitar; aunque estuviera de sobra saber que era el único del trío familiar que odiara esa estancia por todos lados que le buscara, hasta ahora.

Por lo que él sabía, su madre Simonne Kaulitz, estaba fascinada al conocer las tierras de su ahora marido, Gordon Trümper, que al igual le pertenecían ahora a ella, tras contraer nupcias.

El lugar, viéndolo de una perspectiva diferente: era hermoso. No lo podía negar, pero claro, si le gustara el campo y los libros en demasía ¡Sería feliz! Pero ese no era su caso. ¿Qué haría sin tecnología? Le había costado un integrante de su aparato reproductor masculino el poder instalar una débil conexión inalámbrica y tener señal en internet. Pero tampoco era un “friki”, y eso aburría con el tiempo, y siquiera pensar en el pueblo, pues quedaba a 150 kilómetros a la redonda. En definitiva… dudaba que alguien supiera de esa porción de tierra, estaba en la nada.

—Bueno Tom, ya quita esa cara… hasta parece que aún no superaras el funeral. —Se quejó ya harta Simonne, una semana después de haber llegado definitivamente a casa y su hijo aún con una cara como si un gas mutante se le hubiese impregnado a la nariz.

—¡Vieja! Solo deja que me adapte, cosa que dudo pero aún tengo esperanza… ¿Qué quieres que haga si esto está en la perdición geográfica? —Exageró.

—¡Dios, ¿Qué hice para tener un hijo tan dramático?! Hubieses sido actor de cine… Mira, que éste terreno esté un poco alejado del un pequeño pueblito que no es mundialmente conocido, no significa que no sepan algunos de su existencia. —Su hijo viró los ojos y ella solo se dedicó a sonreír—. Además, quería decirte que hoy en la tarde Gordon y yo saldremos al pueblo, tenemos que comprar víveres para la semana.

—Eso es muy lejos.

—Sí, supongo que llegaremos mañana a medio día… Ya sabes, cuando terminemos de hacer las compras será muy tarde para regresar, ¿No te importa?

—Pues, creo que me aburriré mucho más, pero no… no me importa. No te preocupes mamá.

—Gracias Tom, sube a tu habitación y acomoda el clóset. En la mañana mientras dormías subí y observé que está hecha una porquería… Tom, ¿Cuándo aprenderás a acomodar tus cosas?

—A este paso, y para serte sincero —pensó— nunca. Pero ya sabes mamá, no tengo remedio. —Cambió de tema rápidamente y le dio un beso rápido a su madre en la frente, a modo de despedida—. Me despido de una vez, creo que dormiré un poco. Y váyanse con mucho cuidado.

—Descansa Tom.

Dos horas después despertó, ya estaba un poco obscuro y su sentido de orientación aún no respondía. Lo único que recordaba era despedirse de su madre y subir los 15 escalones para llegar a la planta alta, entrar a su ahora habitación y caer rendido una vez que se dejó caer en su blanda cama.

Se frotaba los ojos con pereza, un acto que desde niño no pudo dejar de hacer, pero en ese momento tuvo que hacerlo al percatarse del rechinido de una puerta vieja al ser cerrada y después unos pasos por el pasillo, haciéndose cada vez más fuertes hasta detenerse frente a su habitación.

—¿Mamá? —preguntó con extrañeza, supuestamente y a estas horas tendría que estar ya en el pueblo—. ¿Mamá estás aún aquí?

Silencio.

Recorrió toda la planta de arriba y la de abajo y no encontró nada extraño. Ahora su sueño se había espantado y no le quedaba más que atender a su ahora rugiente estómago que pedía atención.

Estaba realmente concentrado en su plato, la cocina estaba a un lado de la sala donde se encontraba la televisión, la cual se prendió inmediatamente haciendo que se asustara por reflejo.

—¡Maldición!

Con pesadez se dirigió hacia el responsable de su repentino humor y susto momentáneo apagándolo en definitiva y volviendo a la cocina para terminar su platillo y así subir a descansar lo que no pudo hace algunas horas. Despertando cuando su madre le habló al día siguiente para bajar a almorzar.

~

—Bueno… ¿Algún plan para el día de hoy? —preguntó un entusiasmado Gordon.

—Gí, enjo jair a faear

—¡Tom, ¿Cuántas veces te he dicho que no hables con la boca llena?! —Tras decir esto, Simonne frunció el seño para acentuar más su regaño.

Virando los ojos, Tom masticó un par de veces más antes de tragar con mucho cuidado y terminar por beber un poco del jugo que les acompañaba esa mañana. Para después prepararse para hablar.

—Ok repito. —Limpió sus labios finamente con la servilleta—. Sí, pienso salir a pasear.

—¿Y ese milagro? —Exageró Gordon.

—Bueno, me he resignado a que pasaré el resto de mi vida en el país de las maravillas, así que quiero empezar a conocer la casa de afuera hacia dentro.

—¿Acaso no la conoces hijo? Digo, llevamos aquí una semana.

—No me daban ánimos, siquiera conozco el cuarto, así que no me pidas más.

Asintieron de acuerdo, sabían lo difícil que era para Tom adaptarse y por supuesto que no pondrían objeción, así que cambiando de tema, sobrellevaron el almuerzo hasta que éste salió de casa.

Para ser honesto con él mismo, no sabía que iba a hacer. Porque, supuestamente ¿Qué iba a hacer? Ok, la respuesta ya la tenía: conocer la casa por fuera. La pregunta sería: ¿Qué exactamente conocería? Todo eran sembradíos de plantas que le sobrevolaban la cabeza y siquiera sabía para que servían.

Dio un suspiro y comenzó a caminar.

—Ven aquí… —Escuchó un susurro que lo dejó helado. ¿Le hablaban a él?

Debía estar loco si escuchaba ese tipo de cosas, mucho más si las obedecía.

Ni siquiera él sabía dónde se dirigía con exactitud, pero caminaba a paso rápido movido por una sensación inquietante. Cada latido incrementaba con cada paso que daba, avisándole que ya estaba cerca de su destino.

Paró en seco, calmándose un poco puesto que una taquicardia seguro se avecinaba, tocándose el pecho y respirando con dificultad dio un par de pasos más al frente, descubriendo que las plantas dejaban de existir, dando paso a un pequeño terreno sin nada de siembra por estos.

Se centró en el panorama que tenía frente de él. Justo en medio, en el centro de aquella porción de tierra se veía un palo lo suficientemente grande que cargaba consigo un muñeco crucificado. Se detuvo a estudiarlo.

Su cara no se veía, estaba cubierta por unos cabellos sucios y muy maltratados, enmarañados completamente, que caían libres por su ropa tan mugrosa y dañada. Solo contaba con una tipo túnica “blanca” (si así podría decirse, pues de lo sucia que estaba, difícilmente se encontraba color alguno) que le llegaba hasta los supuestos pies, cubriéndolos. Sus manos yacían clavadas con torniquetes en la madera, las mangas largas de la túnica cubrían la poca tela color carne que con dificultad distinguió.
Se acercó un poco más a la figura, sintiendo su corazón latir y a la vez un poco de temor, el cual superó al llegar. Con mucho cuidado tomó unos mechones de cabello del muñeco para así ver su rostro. Un tela del mismo color que sus manos, manchada de polvo y haciéndola ver casi gris, con unos botones grandes cosidos al igual que su gesto triste en los labios, una mueca cosida con un corriente hilo negro. Su cara mostraba dolor y sufrimiento.

Un espanta-pájaro perdido en medio de la nada.

Un dolor recorrió el cuerpo de Tom a la vez que un escalofrío lo hacía también después de escuchar su vos otra vez.

—Tom…

Eso fue suficiente. Echó a correr por un camino que gracias a los cielos, recordaba de hace minutos.

Llegó a su casa con el corazón latiéndole en demasía por la carrera que hace minutos acababa de tener, cerrando la puerta tras de sí y llevándose una mano al corazón. Sin percatarse que sus padres estaban frente de él viéndole con una expresión desconcertada.

—¿Tom? —Comenzó Simonne—, ¿Estás bien?

—Sí, es solo que corrí demasiado. Ya se me pasará. —Respiró un par de veces más para así calmarse. Solo hasta ese momento se dio cuenta de la situación en que se encontraban sus ‘padres’, frunció el seño—. ¿Van a salir?

—Eh… sí, saldremos de nuevo al pueblo, se nos han olvidado unas cosas y otras que ya se han acabado… sería bueno que vinieras, así conoces el pueblo más a fondo, ¿Qué dices?

Se lo pensó bien, sería bueno salir a despejarse un rato y quitarse pensamientos equívocos de la cabeza antes de que ésta colapsara. Por primera vez pensó que salir con sus padres sería buena idea.

—Sí, creo que suena interesante.

—Entonces andando.

Tomó rápidamente sus audífonos y su inseparable Ipod, tardaría unas cuantas horas en llegar al pueblo y no quería ir escuchando las canciones de antaño que Gordon tanto disfrutaba, y ni hablar de su madre…

Al llegar se dirigieron al supermercado, como habían acordado.

~

—Bien, creo que esto ha sido todo… a no ser que me falte algo —hablaba su madre, que estaba muy metida en las compras, checando que nada se le olvidase—. No, creo que no. 
—Miró la hora en su reloj, comprobando que la hora de manejar ya había quedado muy atrás—. Es ya tarde, mejor nos vamos al hotel del otro día.

No era lujoso, tampoco se esperaba que lo fuera… Era algo así como agradable. Pero ya en su habitación no podía dormir. Era lo mismo: mañana despertarse temprano para volver a desconectarse con el poco mundo que volvió a ver esa tarde.

Ya cansado de esa situación bajó al pequeño bar con el que contaba el establecimiento, sentándose en la barra y pidiendo algo ligero en alcohol.

—¿Nuevo por aquí? —habló el señor que hace un momento le había servido el trago.

—Eh… sí, he llegado hace una semana exactamente, pero no es un lugar al que esté acostumbrado y apenas me he dignado a salir de aquí.

—Es un lugar muy tranquilo, supongo que nosotros que vivimos aquí lo vemos como algo normal.

—Sí, pero tienen relación con la demás gente del pueblo —dijo el trenzado— en cambio yo vivo con 150 kilómetros de diferencia.

—Si no es indiscreción… ¿Dónde vives?

Tomó de un trago su bebida para después hablar—. Según me dijo mi padrastro, en la mansión de Vierdmoon. —explicó con tranquilidad aparente, pero las miradas incrédulas que le dieron los dos encargados de ahí, le pusieron el alerta.

—¿Vierdmoon dijiste?

—Eh… sí, ¿Por qué?

Vio como se dirigían una mirada de culpabilidad y lástima, lo que le alteró aún más.

—Bueno, es que hay una leyenda de aquella mansión…

—¿Leyenda? —Quería echarse a reír, pero a la vez le interesaba—. ¿Qué con la leyenda? 
¿Qué dice?

—Pues... verás, se dice que habita un alma en pena, cobrando su muerte con seres inocentes. Todo aquel inquilino que ha ido a parar ahí no ha podido salir vivo o en condiciones para relatar lo que le sucedió. Suerte chico…

Sus cejas hicieron su expresión de incredulidad, viendo como ellos volvían a su trabajo… ¿Un alma en pena le iba a matar?

—Ridículo ¿No? —Escuchó una voz a su izquierda, haciendo que volteara por reflejo. Un rubio apuesto yacía junto de él. Su vestimenta era sencilla: unos pantalones en mezclilla y una camisa blanca a cuadros. Abrigo negro y una bella sonrisa—. Me llamo Andreas.

Le sonrió por cortesía una vez acabado de estudiar al chico y le devolvió el saludo—. Hola, soy Tom. Y sí, es un tanto ridículo.

—Bueno, eso es lo que sucede cuando expanden como pólvora una idea errónea de Vierdmoon.

—Sí bueno… fue extraño. —Bebió de un trago su consumición para después comenzar a despedirse, aquel trago le había hecho llamar de la buena a Morfeo—. No es por descortesía, buen caballero, pero me temo que tengo que ir a dormir para regresar mañana a casa.

—Despreocúpate Tom, descansa. Y algún día iré a visitarte.

—Claro, gracias y adiós, Andy.

Subió a paso lento hacia la habitación que le habían asignado y después de despojarse de sus grades ropas, cayó en los brazos del dios del sueño.

A pesar de lo vivido ese día, pudo dormir excelente esa noche. Despertando de buen humor para agrado de sus padres, quienes volvieron a casa con una charla amena.

~

—Hijo, anda acompáñame, necesito de tu ayuda. —Pidió Gordon, después de terminar sus sagrados alimentos matutinos.

—Claro estimado padre adoptivo, ¿Qué necesitas?

—Bueno, quiero que tomes aquellos costales que ves ahí, ¿Los ves? —preguntó, señalando con el índice de su mano derecha un costal que yacía a un lado del granero, viéndole asentir—. Bueno, es abono. Tómalo y espárcelo por el sembradío. Todo lo que puedas. En unas horas lloverá y esto ayudará al crecimiento.

—Sí, claro… emm, ahora vuelvo. —Se alejó con el costal en brazos, comenzando a introducirse entre las enormes plantas y así terminar más rápido el trabajo que Gordon le impuso.

Comenzó a esparcirlo, se dio cuenta que era más fácil de lo que había creído e independientemente de eso, le servía de distractor. Terminó antes de lo que tenía previsto y se dio permiso a sí mismo para tomar un merecido descanso.

—Tom… —susurraron cerca de él, haciendo que se estremeciera—. Tom… —Volvió a escuchar la voz, parándose al instante—. ¡TOM! —Esta vez, la gangosa voz de Gordon lo sacó de sus pensamientos, asustándolo de paso, alzó la mirada, encontrándolo a varios pasos de él—. ¿En qué pensabas muchacho?

—Nada, supongo que estoy cansado.

—Sí, supongo. Eh… Tom, hay un chico afuera, preguntando por ti. Un tal Andreas, creo.

—¡Andreas, claro! Ahora voy. Le conocí ayer.

—Veo que has hecho amigos muchacho, me alegro por ti.

—Sí bueno, yo también me alegro por mí. —Sonrió y se alejó de ahí, no quería volver a escuchar voces o se volvería loco.


—¡Andy, qué bueno que has venido! La verdad aquí me aburro demasiado —dijo en forma de saludo, dando la mano al rubio.

—Lo supuse, además hoy es el día en que no tengo nada que hacer, así que decidí venir.

—Me alegra. Pero pasa, vamos a mi habitación, sirve que me cambio esta ropa polvorosa.

—Tu padre me dijo que estabas trabajando.

—Mi padrastro, de hecho. Y sí, me puso a trabajar el muy cabrón. —Tomó una muda limpia de ropa, adentrándose en el baño para así salir ya cambiado, dedicándole una sonrisa a su amigo—. Ahora sí.

—Tom… —llamó su amigo, en tono serio—. ¿Estás bien? Te noto algo ido, asustado o preocupado. No será por lo que te conté anoche, ¿O sí? —Comenzó a reírse, parando al ver la expresión seria en el rostro del otro, provocando una de incredulidad en la suya—. No me hablaras en serio Tom.

—¡Es que no sé! Tampoco es que se me aparezca Chucky con un cuchillo mientras estoy en el baño pero, lo que pasa no es muy normal que digamos.

—Anda, cuéntame. —Insistió el platinado.

—No hay nada que contar, no relevante. Es solo que escucho voces y pasos por la casa y más cada que me adentro a esas plantas mutantes que están aquí afuera.

—Eso es raro, pero no me extraña.

—¿A qué te refieres?

—Recuerdas que te dije que la “leyenda” de ayer era falsa y ridícula ¿Verdad? —Le vio asentir—, bueno, pues también te dije que no por eso quiera decir que no existiera una historia.

—Cuéntame la historia Andy. —Pidió Tom, cual niño chiquito— ¡Por favor!

—Ponte cómoda princesa, que te contaré un cuento de hadas. —Se burló, acomodándose para relatar la historia—. Desde hace siglos, en este pueblo se arreglaban matrimonios heterosexuales, como homosexuales. Lo único que importaba en este sentido, era el dinero y la posición social. Comenzó a perderse con el tiempo, pero lo cierto era que se veían en diversas partes del mundo, incluso con reyes. —Terminó explicando, viendo como el trenzado le prestaba su total atención—. Todo comenzó en esta misma casa, los padres Sarah y Jourley Kyle, informaban a su único hijo, el varón Thomas Kyle, su pronto compromiso con otro varón, William Thümp, hijo de una familia de alta sociedad y muy poderosa. El matrimonio perfecto.


—¡¿Y me lo dicen así, nada más?! —Explotó el chico, gritando sin poder evitarlo, a sus padres—. ¡Un chico! ¿Si saben lo que es eso? ¡No soy homosexual!

—No nos vengas con eso. Pronto llegará tu prometido, así que aséate y cámbiate de ropa, te quiero presentable para tu cena de compromiso, es dentro de unas horas.

Siquiera tuvo tiempo de replicar, el enojo que sentía hacía que se reprimiese a tal grado de dolerle la bilis, sin poder pronunciar palabra. Estaba condenado y eso lo sabía, así que sin poner objeción, hizo lo que sus padres le pidieron.

Llegó la noche, las sirvientas ya le habían informado que la familia Thümp y su hijo ya habían llegado y esperaban ya en el comedor.

Checó que todo estuviese perfecto, y bajó resignado al comedor y enfrentarse a su destino. Entró a donde estaban todos y se le fue presentando uno por uno, hasta al final, su prometido.

—Y bueno hijo, por último, el es William Thümp, tu prometido. —Su madre terminó de decirlo, y en ese momento, aquel chico que tenía la cabeza agachada, lo miró a los ojos, permitiéndole observar lo hermoso que era, teniendo un “crush” al instante.

—Hola… —Apenas pudo articular.

—Hola Tom. —En definitiva, era hermoso y bien se podía enamorar de él en tan solo unos años, o menos.

Y no se equivocó. Semanas después de aquella cena de compromiso, comenzaron a cortejarse mutuamente, viendo lo encantadores que son y enamorándose sin pensar del contrario. Pensando en que eran demasiado afortunados el poder quererse de esa manera y compartir toda una vida, juntos.

—Acordamos que la boda sería muy buena en todos santos, ya sabes, sería grandioso puesto que sería como si nos bendijeran a nosotros y nuestro amor —explicaba el pelinegro William, entusiasmado.

—Sí, así es, espero que no tengan inconveniente alguno.

—Oh, por supuesto que no cariño —habló Sarah—, es un honor para nosotros, mejor día no pudieron haber elegido. Entonces hay que apresurarnos, se acerca ya el día.

Y se acercó, tan rápido que sus ojos no dieron crédito a lo pronto que había ocurrido, pero más felices no podían estar; consumando su amor por todas las formas que pudiesen.

A plena noche del día de los muertos y santos de aquel poderoso pueblo, dos recién casados abandonaban la gran fiesta que todo el pueblo y pueblos vecinos disfrutaban, en la velada.

—Tom, ¿Qué dirán de nosotros si abandonamos la fiesta? Somos la atracción principal —exclamó el pelinegro, ahora cónyuge del varón Thomas, con una sonrisa en el rostro y caminando en dirección a donde lo llevaba su esposo.

—Lo sé, le he dicho y pedido permiso a nuestros padres —explicó— además, tengo una sorpresa que darte, la más especial.

—¿Qué es?

—No seas curioso mi amor.

Le besó castamente los labios, dirigiéndolo por un camino que bien conocía y había estudiado, llegando a un gran kiosco de madera, adornado hermosamente con esmero.

—¡Es hermoso! Algo mágico y maravilloso.

—Sí, quise que fuese así, para consumar nuestro amor… por siempre.

—Para siempre, Tom.

Un beso se probó en los labios de ambos, compartiendo el momento único en cada uno, sin esperar nada de nadie.



—Pronto apareció el primo de William, que estaba perdidamente enamorado de él y que odiaba ser sangre de su sangre, pues no podía estar con él sentimentalmente hablando. Independientemente de que no le pertenecía su amor. —Continuó explicando Andreas a un atento trenzado, que seguramente pronto salivaría—. Se dice que fue tanto su coraje que mató a Thomas en el kiosco y raptó a William, hizo verle cómo se quemaba aquel lugar para después torturarlo y mancillarlo hasta matarlo, y colgarlo como un espanta-pájaro en ese mismo lugar.

—¿Es enserio? —preguntó incrédulo— ¿Qué pasó con el lugar? He recorrido el terreno entero y no veo ningún rastro de cenizas o algo así.

—Bueno, eso pasó hace muchos años, seguramente ya no está. Los pueblerinos lo han usado para leña o cosas así. Los habitantes de ésta mansión han sembrado por años, solo el lugar que fue quemado ha quedado infértil.

—Sí, ahora recuerdo. He ido hacia allá y solo está un gran círculo sin siembra, desolado. También vi un muñeco como espanta-pájaro.

—No han puesto ninguno. ¡Vaya! Has visto a su fantasma, Tom. —Se burló, pero sabía que esa posibilidad podría ser cierta.

—Creo que sí.

Como toda conversación, pronto fue cambiando de tema hacia algo más trivial y fuera de sí. Así como el tiempo pasó y el rubio abandonó a su amigo en su propia casa, no sin antes hacerle una formal invitación.

—Querido amigo, como todos los años, el pueblo celebra todos los santos y el día de los muertos…

—Halloween —interrumpió.

—Sí claro, bueno, quiero invitarte a pasarla en esas fiestas, es de disfraces y se pone muy bueno. Sería genial que fueras.

—Lo aré, ahí me tendrás. Seguro que a mis padres les encantará.

—Entonces te veo dentro de 3 días, en día de muertos por la noche.

—Ahí estaré.

Si bien después de la visita del blondo, Tom no había podido dejar de pensar en la magnífica historia que se le había relatado. Adentrándose tanto a ésta, que simplemente podía jurar que veía visiones, muy aparte de las voces que seguía escuchando con mayor intensidad.

Por las noches, por las mañanas… a todas horas. Él podía ver aquella mansión en antaño, conociéndola como suya propia, admirando su belleza y atesorándola como entonces. Dándose cuenta lo mucho o lo poco que había cambiado, según su perspectiva propia.


~

—Ya sé quién eres —habló una vez que volvió a ir con aquel muñeco, que ahora mismo yacía de pie, frente de él, con la cabeza agachada y el atuendo más limpio—. William.

—Bill… mi Tom, has vuelto… mi Thomas… mi amor. —Fue lo último que alcanzo a escuchar esa vez, antes de salir corriendo por todos los sentimientos encontrados.

A partir de esa vez, recuerdos acusaban su mente, lo atosigaban hasta el punto de volverse loco, a la vez que aclaraba su sentir interno. Besos y caricias. Su sonrisa y el amor de sus labios. Aún lo recordaban los propios suyos… Entonces comprendió que era él, que él era Thomas y había regresado por su Bill, por el amor de su vida, porque lo amaba y lo sentía. Empezó a ir con él… a verlo y estar con su Bill por siempre.

—Mi Bill, he vuelto mi amor —susurró, cargado de sentimientos hacia el chico, que ahora se definía bien como el ser más precioso que hubiese visto.

—Ahora podemos ser uno mi Tommy, terminar con aquello que nos impidió ser felices eternamente, ser bendecidos por toda la eternidad… esta noche.

Esa noche, el día de muertos o como él lo conocía, Halloween, se celebraba. Recordaba que había quedado con su amigo, y no lo podía defraudar.

—Bill, tengo que ir al pueblo, pero pronto venga, regreso aquí contigo.

—No Tommy, no vallas… Por favor. —Sollozó de repente, como si eso fuese su fin.

—No pasará nada Bill, pero, si tu quieres, no voy o… o hago cualquier cosa por venir antes de siquiera estar ahí, engañar a mis padres y pasar el resto de la noche y de mi vida contigo.

—¿Lo prometes? —preguntó el pelinegro esperanzado.

—Lo juro mi vida.

Muy en su contra, el trenzado se tuvo que despedir con pesar, volviendo a jurarle que volvería antes de nada a su lado, para siempre.

Ya en Vierdmoon procedió a cambiarse, probándose un disfraz de príncipe de cuento, arreglándose con esmero y yendo con sus padres al pueblo, ideando su plan de regreso.


—¡Thomas! —saludó Andreas entusiasmado.

—Hola Andy, ya he venido.

—Me alegra bastante, disfruten por favor.

—Gracias Andreas —agradecieron sus padres, perdiéndose por entre la gente para degustar de la fiesta.

—¿Y bien? ¿Qué tal estás? Te noto un poco raro —comentó el rubio, bebiéndose una copa de vino.

—Pues, qué decir. ¿Sabes? Creo que me identifico con la historia que me has contado, como que la veo muy mía.

—No me dirás que te ha pegado tan fuerte que te crees el varón Thomas Kyle —comentó riendo, dejando de hacerlo al ver asentir a Tom—. ¿Estás jodiéndome?

—Pues no lo sé, solo déjame vivir mi fantasía. —Ocultó la realidad, para que no le molestasen con nada. En verdad quería gritar que estaba locamente enamorado de un fantasma que la hacía de espanta-pájaro, ¿Qué diría? que había reencarnado en un antiguo varón que buscaba al amor de su vida.

—Claro Tom, oye, ahora te veo ¿Sí? Clara quiere que bailemos y, quién sabe, quizás y bailamos más profundamente. —Le guiñó el ojo, a modo de complicidad y se perdió por entre la gente. Dejando al trenzado completamente solo, encontrando el momento para volver.

Por fortuna, sus padres le habían dejado las llaves del coche, que no dudó en tomar y regresar como rayo a la mansión. Sin entrar, y dirigiéndose directamente a aquella pequeña parte de terreno, donde su Bill le esperaría.

—¿Bill?...  —Silencio absoluto— ¿Bill?

—No has venido solo… —aseguró, con una expresión de miedo en su rostro. Sin querer aparecer a la vista de él.

—Claro que sí.

—No, él ha vuelto… ¡No quiero Tom! —gritó,  alejándose aterrado, asustando al trenzado.

—¡¿TOM?! —Escuchó su nombre, alguien lo estaba buscando. Un rubio que apareció segundos después de haberlo nombrado—.¿Dónde estabas? Te vi salir despavorido y me preocupé… ¿Estás bien?

—Miente… —susurraron, provocando una expresión indescifrable en el blondo.

—Eh, nada… solo quiero estar aquí… puedes volver. —Aseguró.

—No, de eso nada… ¡Tú vienes conmigo Tom! —ordenó Andreas, con tono autoritario, haciendo que el trenzado arrugase el ceño. Lo recordaba ahora.



—Valla, valla… ¡Qué sorpresa! —Pronto apareció un chico rubio, ojo azul y buen vestir—. Primo, ¿Creías que me iría sin despedirme de ti?

—¿Qué haces aquí? —preguntó el pelinegro asustado, asegurándose de protegerse al lado de su ahora esposo.

—Solo vine a darte mis felicitaciones primo… ¿No puedo?

—¡No! No te quiero volver a ver Andrew… ¡Vete!

—¿Irme? Yo no me voy sin llevarme lo que me pertenece.

—Y según tú ¿Qué te pertenece? —Interfirió Tom, teniendo un mal presentimiento.

—Bill me pertenece, me pertenece su corazón y su vida…

—¡Estás equivocado! Él ahora es mi esposo, es mío… para siempre. —Terminó de decir, provocando la ira del rubio.

—Solo diré esto: si él no es mío… no será de nadie.

Y solo bastó eso para acabar matarlo a sangre fría, y hacer sufrir de la peor manera al amor de su vida.




—Aléjate de Bill… esta vez no se volverá a repetir… Andrew —dijo con odio.

—¡Vaya! Veo que me has recordado Thomas —se burló—. Entonces es hora de acabar lo que empecé.

Y todo le pasó como una cinematografía ante sus orbes, como aquel rubio que había condenado sus almas se acercó con odio y dispuesto a repetir la historia.

El trenzado agradeció en verdad a sus buenos reflejos, aquellos que le habían servido en diversas peleas escolares de las que apenas y recordaba. Moviéndose a un lado, dejándole el paso libre para una caída directa a aquel puntiagudo palo, donde días antes colgaba Bill, crucificado.

Sus ojos se abrieron grandes, por el repentino dolor en su pecho, donde yacía su obscuro corazón que fue autor de tanto daño al amor de su vida. Acabando con su vida, con aquella enfermedad que le condenó por milenios.

Unas sombras negras nacieron de la oscuridad que reinaba a los alrededores, llevándose el alma de Andreas, o en este caso, Andrew… a un lugar donde pagaría todo lo que hizo desde un principio. Acabando lo que en un principio no debió de haber sucedido.

—Nunca volverá… seremos felices ahora ¿Verdad Tommy? —preguntó Bill, incrédulo.

—Nunca lo hará… ahora solo quiero pasar el resto de mi vida contigo mi amor.

Comprendió el amor que desde que nació seguramente sintió, llenando aquel vacío que ignoró por tantos años. Ansiando volver a probar los jugosos y fríos labios de William… su Bill.

Lo besó, lo besó como pudo… con su corazón. Lo besó con tanto deseo que un corazón se instaló en el humeante cuerpo del pelinegro. Lo besó con tanto amor que la sangre comenzó a correr por nuevas venas. Lo amó tanto que le devolvió la vida.

Porque ahora podrían ser felices para siempre... amándose en vida e incluso después de la muerte.


*-* espero les haya gustado :)
Fue escrito para el reto de "Amor en Halloween" de 
Autores de FanFics
¡Un beso, y  gracias por leer!

No hay comentarios:

Publicar un comentario